lunes, 27 de febrero de 2012

Mi muñeca


Vivíamos en una casa de 12 vecinos, la que menos niños tenía era mi madre, sólo 6.

Con cuatro años me trajeron los reyes una muñeca, de cartón. En el patio jugábamos todos los  niños con sus juguetes. Pero tuve un descuido, se me olvido guardarla.

Por la mañana cuando me levanté y no la encontré me fui corriendo al patio para cogerla. Al fin la vi, estaba toda hinchada, esa noche había llovido y como era de cartón me quede sin muñeca.

Me pase todo el día llorando, nunca he tenido otra.

Después de aquello no volví a tener más reyes.  Ahora de mayor, por no decir vieja, sí me ponen reyes mis hijos y nietos.      

Recuerdo de PILAR PAYARES LÓPEZ

Una casa de la calle Arenas



Éramos una familia grande y todos teníamos que ayudar económicamente.

Vivíamos en la calle Arenas nº 9 en los años 50 y 60. Este nombre es el popular, realmente se llama Arzobispo Bizarrón y se encuentra en el barrio alto de El Puerto.

Cientos de muchachas pasaron por esta casa. Iban para  bordar y se hacían su ajuar para casarse.

También hacíamos todo tipo de manualidades como jerséis de lana, ganchillo, también “cogíamos las carrerillas”  de las medias. Algunas hacían mallas.

Yo soy Maela, su  profesora, y la verdad era muy querida por todas.
 
Esta fue una época muy bonita de mi vida, siempre rodeada de jóvenes muchachas dispuestas a aprender.

Recuerdo de MAELA PÉREZ DE LA LASTRA

Mi infancia con 8 ó 9 años



Corrían los años 60 y en las playas, tanto en la Puntilla como en Valdelagrana, no había agua para beber.

Mi padre y mi hermano iban con la bicicleta, un carrito y alguna garrafa a la fuente de las Galeras, allí cogían el agua y la repartían por las playas: por los cuatros bares que había y las casetas de familias.

A mí, con 8 ó 9 años, me ponían con una mesa, un toldo, dos búcaros y cuatros vasos a vender agua en la Puntilla.


Beber en el búcaro costaba dos reales, en el vaso un real. Me llevaba toda la mañana vendiendo agua hasta que, al medio día, llegaba mi madre para llevarme la comida. Entonces ya terminaba mi trabajo y me iba a jugar a los montes de arena (los llamábamos las “cataratas” ).

Mi hermana, que era mayor, se iba los Domingos a Valdelagrana. 

Así estuvimos algunos años hasta que metieron el agua en las playas y se nos acabó el trabajo. 


Recuerdo de DOLORES CARO DE LOS ÁNGELES