Corrían los años 60 y en las playas,
tanto en la Puntilla como en Valdelagrana, no había agua para beber.
Mi padre y mi hermano iban con la
bicicleta, un carrito y alguna garrafa a la fuente de las Galeras, allí cogían
el agua y la repartían por las playas: por los cuatros bares que había y las
casetas de familias.
A mí, con 8 ó 9 años, me ponían
con una mesa, un toldo, dos búcaros y cuatros vasos a vender agua en la Puntilla.
Beber en el búcaro costaba dos
reales, en el vaso un real. Me llevaba toda la mañana vendiendo agua hasta que,
al medio día, llegaba mi madre para llevarme la comida. Entonces ya terminaba mi
trabajo y me iba a jugar a los montes de arena (los llamábamos las “cataratas” ).
Mi hermana, que era mayor, se iba
los Domingos a Valdelagrana.
Así estuvimos algunos años hasta
que metieron el agua en las playas y se nos acabó el trabajo.
Recuerdo de DOLORES CARO DE LOS ÁNGELES
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